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“ La luz de Clara hace que su voz sea como el cáliz del carpintero, sencilla, sin artificios, pero esculpida en madera con un corazón lleno de vida y de todos los rastros que deja la vida. Una voz que conmueve sin que pueda uno explicarse porqué, sin que se revele el mecanismo, porque no hay mecanismo, porque es simplemente la vida mezclándose consigo misma.

Albert es un virtuoso, pero eso es lo de menos. Nunca se limita a acompañar con el bajo, siempre está buscando, siempre está creando. En este dúo de extremos, la luz de Clara crece sobre las raíces de Albert, en las que melodías viejas y recientes son sólo el punto de partida de algo completamente nuevo.

El ying y el yang, el árbol y el pájaro, la creación y la inspiración. Bajo y voz, música pura despojada de todo adorno. Nada de hojas, frutos, ni siquiera ramas y tronco. Sólo raíces y luz. ” 

Julio Gonzalo.

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